Desde niña ponía y sacaba adornos de un lugar a otro de la casa buscando una nueva perspectiva para ver más bonito lo existente… sobre todo cuando visitaba a mis abuelas donde toda licencia me era permitida!

He disfrutado a través de los años de una familia que me permitió conocer muchos los estilos:

El natural chabby chic de la abuela Aida, con cuadros de marcos viejos donde fotos color sepia se mezclaban con exquisitos juegos de loza, almohadones de telas liberty y mantas tejidas al crochet por sus propias manos. Como olvidar la galería repleta de glicinas donde todo a la vista era agradable: las añejas y variadas macetas, el perfume de los tilos y sus enormes ojos azules.

La “casa chorizo” de la abuela Aurora era como ella, un cascabel! La cocina con sus muebles celestes imposibles de olvidar. Siempre la radio encendida, cantando al compás del intérprete de turno. Tan inquieta como ella era su decoración: espacios atiborrados de adornos de todo estilo y color, melange de géneros con lunares o cuadrillé… definitivamente “diversidad y ensamble” era su tendencia. El abuelo Emilio, carpintero, ayudaba a que el mobiliario se reciclara periódicamente: he visto comedores de caoba imitando un estilo inglés propio o de maderas claras aportando de repente un movimiento más contemporáneo.

La casa sufrió varias reformas hasta llegar al pop, cuando mi mamá tomó posesión de ella.

En los ´70 toda esa generación, la de mis tías, jugaba con decoraciones inescrupulosas: sillones de gobelino, sofás de cuero, una variedad imperial de texturas, modelos y colores: Olga se enamoraba del suntuoso Luis XV, Emilia optaba por un clásico nórdico, Silvia prefería la robustez del colonial y Pepa tan práctica y bohemia, aportaba sin dudarlo, un minimalismo extremo. En ese entonces “la señora de la casa” era quien elegía como quería vivir en ella, su esposo acompañaba y, en la mayoría de los casos, aceptaba la propuesta: le gustara mucho, poquito o nada…

De todas ellas tomé lo más bello, lo que dejó grabado en mi mente y en mi corazón una impronta estética o cálidamente positiva. Gracias chicas!!!

Liliana Acosta

El camino: Tras un recorrido publicitario y una experiencia artística riquísima, pero que no colaboraba a solventar mi vida, me zambullí de lleno en el mercado inmobiliario. Trabajar durante casi treinta años en producción y ventas me hizo empática ante las diferentes miradas de un mismo producto. Lograr complacer y comprender las necesidades de clientes de diferentes edades, gustos y presupuestos fue todo un desafío.

Sin darme cuenta comencé a dar consejos, opiniones, a recomendar gente idónea para hacer tal o cual tarea. Tengo como virtud ver mucho más allá de un muro, valorizar una inversión siempre. Para mis ojos no hay nada que no pueda mejorarse, todo espacio tiene su encanto escondido… solo hay que saber encontrarlo. Mi actitud siempre fue bien recibida y valorada. Sin haber un modelo terminado visible, solo mis palabras trasmitían confianza. Ese fue y seguirá siendo mi impulso: que una ilusión sea tangible!

Fue así que a la adultez volví a los bancos de la escuela. Me inscribí en la Universidad de Palermo para formarme en Diseño de Interiores. Más tarde llegó el Home Staging de la mano de la francesa Eléonore Chichily y de una española, Anna García.

Empezar un negocio novedoso en plena crisis y en uno de los sectores más afectados por sus efectos como es el sector inmobiliario, fue todo un desafío.

Vinculé todo lo bueno y cultivado: mi infancia y adolescencia dentro de una familia creativa, la experiencia incursionando en el mercado de bienes raíces, estudios calificados y facilidad innata para captar lo que el otro necesita. Así nació lilianaacosta.com...

 

 

Quien soy: Diseñadora de espacios experta en Home Staging. Asesoro a particulares y profesionales en sus proyectos de decoración y acondicionamiento. Sea un departamento, un hotel, oficinas, o un comercio… me gustan los ambientes donde quienes ingresen se sientan “como en casa”. Para ello me he rodeado de un equipo de colaboradores talentosos con quienes consideramos que no basta tener un buen espacio si no nos sentimos plenos en el… ese es nuestro lema!

 

 

Un recuerdo: Hace ya varios años, vacacionando con amigos en una playa solitaria de Brasil, cuando “decoración” era solo una palabra entre tantas y por mi cabeza solo pasaban números y temas contables… había encontrado un espacio sensacional: una gran roca suave anclada en la orilla del mar donde podía recostarme mientras el agua de las olas apenas me salpicaba al acercarse y la fina arena blanca oficiaba de un mullido almohadón a mis piés.

La línea azul profunda del horizonte y los morros que rodeaban la bahía eran el marco perfecto con su exuberante y variada vegetación. Habiendo muchos otros lugares para disfrutar, yo volvía una y otra vez siempre al mismo, este rincón de la naturaleza había acaparado toda mi atención. Le dije a un amigo arquitecto que viajó con el grupo: - creo que finalmente encontré mi lugar en el mundo! Podría vivir aquí eternamente feliz y en paz… Su respuesta retumba en mis oídos hasta el día de hoy: - este lugar que te hace sentir especialmente plena podés trasladarlo con tu imaginación donde vos quieras, podés hacerlo tu hogar!

En ese momento no entendía nada. Podría lograrlo en el 9º piso de Haedo frente a la ruidosa avenida? El verde de los morros, el murmullo del agua, el azul del mar esfumándose con el cielo celeste, la grata textura de la arena… entonces Norbert dijo: - todo, absolutamente todo se puede lograr!

Pequeños cambios, grandes diferencias!